Un vino de despedida
Una calle de distancia me avisa de aquella ansiedad
de todos y todas cuando se quemo la cera,
del peso del que me hablan las estrellas,
del maldito infierno que llega con su red.
Desesperada es ésta creación, intento de canción
del triste cordel que te amarraba al sillón
y te dejaba volver,
que era de tu vida en la pared,
las tardes que se apagaban con la sed,
el grito del que cuidaba ese reloj para no romper la piel
el triste resultado de no haberte dicho mi parecer,
el infarto infame que me no vi ni el desvestir,
el viaje terrible en el cual me retrasé
llegué al abrazo de mi madre
la noticia ya estaba en el aire.
La calle que un día te vio nacer
se calla cuando tiene que dejar de ver
tu paso vacío, la mano querida
que ya se nos fue
como si fuera ayer ...
te intentabas mantener al parir el Quinto pez,
peros los años caudales que pintaron el puente del anochecer
ya sólo esperan que termines de comer
El demente que corre al lado
que cuando amaba no dejaba aparecer,
el cansancio del peso, el siglo incompleto de tus uñas
y sus melodías que dormían antes de querer.
llego el momento que esperaba el tiempo,
cuando partas a beber con él.
Ya no quedaba nada en la tierra por crear
y por eso una estela termina sin mirar
lo que un día empezó en ciudades lejanas
de una vida atada, al lado del tren enfermo
de un riel que te iba a curar.
Si sufrías sin escuchar ni caminar,
no hablabas, sólo mirabas el pasar.
mejor prepara del otro lado el cuidado de unos años
y descansa hasta mecer, descansa hasta merecer.
el retraso de un cáncer, respiraba el andante,
mejor descansar y mirarnos de allá,
que éste brindis jamás desaparecerá.
cuéntanos cómo es, ya vamos por donde estés
pero cuídanos y descansa mil florecer
despido a la arena del tiempo con éste vino de tu agradecer.
Descansa.
Pirincho González, Recetario, 2011